miércoles, 21 de abril de 2010

Tu verdad sobre la mía


De pronto sin qué, ni para qué, termina el pastizal sobre la niebla. Termina tu verdad sobre la mía, la brevedad que ha de tener la vida. De pronto me sorprendo en las entrañas de un mundo que entreteje agonías, de vidas guiadas por manos, por garras que no son tuyas, ni son mías. Cada vez que de pronto es para siempre, o que el para siempre se torna desolado, termino preguntándole a mi sombra, que ha de ser de mi vida a tu lado.
De pronto sin por qué, me caigo al pozo, pozo maldito que sabe como hacer para desgarrar las palmas de mis manos, pozo cavado en la nada sostenido por paredes de ladrillos huecos, de sueños huecos, de huesos rotos, de parches locos.
Ni para qué, argumentan los pesimistas, si lo visto ya se ocupa de ventilar retinas que obscenamente se obstinan en esconder realidades. La niebla cubre la suerte, se vuelve nube negra, aterra corazones, arranca maldiciones, roba vida, deja huérfanos de verso a los poetas. De pronto soplan vientos de otros tiempos, la veleta que dormía desde años, empieza a encontrar su rumbo cierto. El consuelo se vuelve combustible, arrancar el motor no es cosa fácil, pero lo fácil no siempre es lo difícil, ni lo difícil es siempre lo absoluto, ni lo absoluto es siempre la verdad, ni tu verdad ha de acallar la mía